Peligros de los excipientes en los medicamentos pediátricos

13-10-2016 18:24:50

Dra Peiré

Recientemente se ha publicado en los medios de comunicación una noticia relativa al colorante E-110 presente en un jarabe infantil de Ibuprofeno. Inmediatamente han saltado todas las alarmas, sobre todo entre los colectivos de padres y pediatras, y es por ello que la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) ha emitido una Nota Informativa tranquilizadora (que comentaremos más adelante).


Los colorantes son un tipo de excipientes presentes en las formas farmacéuticas (jarabes, sobres, granulados, etc), aparte de los conservantes, diluyentes, emulgentes y otros. Tradicionalmente se ha considerado a los excipientes como “sustancias inertes” o “ingredientes inactivos” que permiten dar forma y vehiculizar el medicamento. Sin embargo, esta definición no puede ser cierta, puesto que como sustancias que forman parte de un medicamento, muestran un perfil farmacocinético similar al que sufre el principio activo del mismo. En los niños, las mayores diferencias cinéticas las encontramos en el metabolismo (que está inmaduro), pero también en la distribución (como en la competición con la bilirrubina durante el transporte a través de la albúmina).


¿Por qué son tan importantes los excipientes en los medicamentos infantiles? Por un lado, los niños son grandes “gourmets farmacológicos”: exigen medicamentos de buen sabor, color y olor apetecible, aspecto externo atractivo y además que sean fáciles de ingerir. Por otro lado, en Pediatría “no todo vale”: muchos excipientes seguros en adultos son tremendamente tóxicos en niños. A estas dificultades cabe añadir lo complejo que resulta enmascarar el sabor amargo desde el punto de vista farmacotécnico, así como el que no puede abusarse de los clásicos edulcorantes (por el riesgo de caries y fomento de la obesidad infantil, convertida ésta ya en una epidemia) y los nuevos edulcorantes deben emplearse con cautela (por riesgos conocidos de algunos de ellos, y otros todavía en estudio).


En la Historia de la Terapéutica pediátrica encontramos tristes antecedentes de los peligros de estas sustancias. Así, el Dietilenglicol (empleado como solvente) fue el responsable de la muerte de 84 niños en Nigeria en el año 2009. También el Propilenglicol, ampliamente utilizado en jarabes, ha sido responsable de lamentables accidentes terapéuticos. Los niños asmáticos no deberían tomar medicamentos que contengan sulfitos, debido al riesgo de broncoespasmo. ¿Qué decir del Etanol? Aunque ciertamente los niños “no conducen ni manejan maquinaria peligrosa”, sí que están expuestos a peligros similares (montar en bicicleta, caminar solos por la vía pública de una gran ciudad, subir o bajar escaleras, practicar deportes de riesgo, etc). Esta afectación neurológica evidente (pérdida de reflejos, somnolencia, toxicidad cerebral) también tiene su correlato en otra epidemia nacional: el “fracaso escolar”. ¿Cuántos niños con mal rendimiento académico no son en realidad niños intoxicados por depresores neurológicos?


Más preocupantes resultan los benzoatos en los recién nacidos y lactantes de pocos meses: estas sustancias compiten con la bilirrubina por el mismo sitio de unión de la albúmina (proteína trasportadora de bilirrubina pero también de muchos medicamentos de carácter ácido). Así, el ácido benzoico (o su sal benzoato) desplaza a la bilirrubina de su sitio de unión a la albúmina, con el consiguiente peligro de que este pigmento difunda libremente y atraviese membranas biológicas. Si logra pasar la barrera hematoencefálica (y puede hacerlo, al estar en forma libre no unida a la albúmina), alcanzará el Sistema Nervioso Central (muy inmaduro, en proceso de desarrollo) produciendo un terrible daño, conocido como “ictericia nuclear” o “kernicterus”.


La sustitución del almidón (un producto de precio elevado) por talco (mucho más barato) puede resultar carísimo: muchos niños han sufrido distres respiratorio grave por la presencia de este mineral.


¿Y qué decir de los colorantes? Aparte de resultar tremendamente alergénicos en los niños (sobretodo los azoicos), recientemente, y en concreto el E-111, han sido involucrados en las alteraciones del comportamiento en los niños. Volviendo a la información proporcionada por la AEMPS acerca de la seguridad del jarabe de Ibuprofeno analizado, la agencia oficial concluye que el etiquetado del producto era correcto (ficha técnica y prospecto) y que no existen motivos para la alarma. El argumento empleado ha sido que las dosis máximas recomendadas del jarabe objeto de la polémica están muy por debajo de la ingesta diaria admisible de este producto según la legislación de aditivos alimentarios. En concreto, representaría un 6% de la ingesta diaria admisible para este producto, de modo que sería precisa la ingesta de varios frascos para llegar a alcanzar una dosis tóxica.


A esta respuesta, nos gustaría hacer dos puntualizaciones:

-Primera: la mejor forma de evaluar la toxicidad de los excipientes en los medicamentos pediátricos, y a falta de referentes oficiales, es dirigir la mirada a la legislación sobre aditivos alimentarios. La entidad que denunció al laboratorio por no incluir esta información en el prospecto (riesgo de inducir trastornos de conducta en niños) se basó precisamente en la legislación europea sobre aditivos alimentarios. Sin embargo, la AEMPS ha podido constatar que con una dosis tan baja de colorante, es altamente improbable que dicho efecto adverso pueda producirse. También se ampara en el amplio uso de este medicamento y en la seguridad constatada tras varios años de comercialización. En un principio se zanja la cuestión en sentido tranquilizador. Lo que ya no resulta tan optimista, es que este jarabe de Ibuprofeno se viene empleando profusamente en nuestro medio con dos peligros: por un lado las dosis elevadas que pueden llegar a ingerirse en un corto periodo de tiempo debido a las tomas repetidas del mismo, y por otra parte, y lo que resulta más importante, no hay que olvidar que el niño es un organismo inmaduro y que por tanto su capacidad para depurar tóxicos y excretarlos es muy limitada, con lo que no puede descartarse que en el fondo a dosis terapéuticas ingeridas por periodos de tiempo muy prolongados exista una acumulación en el organismo de esta sustancia.

-Segunda: leyendo el prospecto del medicamento, llama poderosamente la atención que contenga entre sus excipientes benzoatos. Aunque su uso está aprobado para niños a partir de tres meses de edad, no es menos cierto que en casos de fiebre elevada en niños por debajo de esta edad, padres y pediatras, un uso fuera de prospecto (off-label), los están administrando, con desconocimiento de este riesgo.


En suma, de momento, y si se emplea en las condiciones de uso autorizadas (edad, dosis máximas diarias, duración del tratamiento) no hay de momento motivos para la alarma. Con todo, la propia AEMPS se muestra cautelosa, pues concluye que en caso de que se disponga de evidencia científica sobre los efectos negativos de este colorante, se procedería a actualizar la información del medicamento.